Cultura

Alerta de spoiler

Una de terror

La motosierra llegó a la industria del cine. Un mano a mano con Pablo Rovito para entender el tema a fondo.

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Por Diego Orcoyen

Hace pocos días atrás, la entrega de los Premios Martín Fierro Cine y Series 2024 en la Usina del Arte se vio atravesada por el recorte del actual gobierno al fomento del cine nacional y la desregulación del sector cinematográfico.

Si hasta la mismísima Mirtha Legrand se expresó sobre el tema con énfasis: “No cierren el INCAA. Es lo primero que se me ocurre, no cierren el INCAA. En mi casa se amaba y se ama el cine argentino. El cine argentino es el cine más importante de habla hispana. Lo tenemos que mantener los argentinos. Hagamos fuerza y esto va a continuar".

Lo cierto es que los recortes llegaron también al mundo audiovisual y con fuerza. De acuerdo a datos oficiales, a octubre de 2024, los fondos para promocionar el cine fueron $3.173 millones, un 71% menos que en el mismo período de 2023, teniendo en cuenta la inflación.

Para entender el tema a fondo, ADN | UNDAV sostuvo un diálogo con el director de la Licenciatura en Artes Audiovisuales de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), Pablo Rovito, una voz de autoridad en materia audiovisual, con más de 30 largometrajes cinematográficos y series de TV producidos y una intensa actividad en política cultural y en docencia en Iberoamérica.

- ¿Por qué pensás que es importante financiar al cine nacional?

- Estamos transitando momentos donde todo vuelve a discutirse y, lo que creíamos claro y consolidado, vuelve a ponerse en discusión, pero ahora desde argumentos falaces y capciosos que desvían el centro de la discusión real. El cine no ha sido la excepción.

Es importante señalar que, las políticas públicas en el sector audiovisual, son una de las pocas cosas que han tenido apoyo unánime y constante durante más de 70 años. Con todos los gobiernos y en todos los signos políticos, las políticas de fomento y regulación de la actividad audiovisual han sido constantes. Más allá de eso, revisemos los principios básicos que fundamentan estas políticas.

“Podemos resaltar dos grandes conceptos por los cuales el Estado debe desarrollar políticas públicas culturales: el derecho a la identidad cultural y la defensa de la diversidad cultural”.

Lo primero que nos preguntamos es por qué el Estado decide tener una política pública en el área de cultura. Podríamos escribir libros sobre el tema, pero me basaré para ello en los principales conceptos que se expresan en la Declaración Universal de Derechos Humanos, al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y a la Declaración Universal de la UNESCO sobre Diversidad Cultural. En este marco, podemos resaltar dos grandes conceptos por los cuales el Estado debe desarrollar políticas públicas culturales: el derecho a la identidad cultural y la defensa de la diversidad cultural. Cada vez que pensemos en una política pública cultural debemos tener en claro cómo aporta la misma al derecho a la propia identidad cultural y a la protección de la diversidad cultural.

En segundo lugar, entonces, debemos atender a la siguiente pregunta: ¿por qué no pueden desarrollarse normalmente las industrias culturales y requieren de políticas públicas? En el caso del cine, los problemas básicos son dos: la ausencia de volumen suficiente de mercado y la posición dominante de pocas empresas transnacionales en dicho mercado.



- ¿Podés desarrollar este último concepto?

- Por las características de su sistema de comercialización, el producto cinematográfico requiere de un mercado muy numeroso para poder existir. Sin considerar otras razones de orden político económico, esta realidad hace que solo los mercados muy grandes (como EEUU, China e India) permitan que la ecuación económica del cine efectivamente se complete.

Los países que no tienen un volumen de mercado que les permita sostener una ecuación posible para la producción cinematográfica han optado por el fomento del Estado al cine nacional o por resignarse a la ausencia de cinematografía propia. Países como Alemania, Italia, Inglaterra, España, Francia, Argentina o Brasil, tienen diversos sistemas de fomento que permiten la continuidad de su actividad industrial. En todos estos países desde las películas más artísticas y las más experimentales, hasta las más comerciales y populares existen gracias a estos sistemas de fomento. Por el contrario, en donde no existen sistemas de fomento o mercados muy voluminosos, no existe el cine como actividad continua.

Adicionalmente, la creación artística, su variedad y complejidad, no puede estar regida sólo por la lógica del mercado, ya que ésta tiende a generar procesos de concentración y uniformización que limitan la diversidad cultural.

“En la actualidad existe una clara diferencia entre los países que son capaces de generar sus propias imágenes, distribuirlas y exhibirlas, y los que se encuentran condenados a ver el mundo como otros lo imaginan”.

Nuestros niños y nuestros jóvenes pasan más horas frente a las pantallas que en la escuela o en la universidad y conocen más los personajes y las historias ajenas que las propias. Nuestros ciudadanos no tienen en sus pantallas lugar para su propia historia, sus propios héroes, sus pensadores, sus artistas, sus científicos. Lo que no está en la pantalla no existe. Si la pantalla no lo confirma, no es cierto. Es tan monumental la selección restrictiva de contenidos que aplica esta suerte de libertad de mercado, que nuestras propias imágenes no son proyectadas en nuestros espacios audiovisuales.

- ¿Cuál es la situación del sector audiovisual nacional hoy?

- Nuestro espacio audiovisual está hoy devastado por las prácticas que se extienden en esta falsa libertad de mercado y por la ausencia del Estado en su regulación. Es un espacio donde casi no tienen cabida nuestras películas y nuestras expresiones audiovisuales. Y esto es lo mismo que decir que no tienen cabida nuestra cultura y nuestra historia.

El mercado nunca es libre, lo regula el Estado o lo regulan las grandes empresas en su propio beneficio. La regulación del mercado es la única forma de preservar el derecho a la producción y circulación de imágenes propias que, además de ser un fenomenal multiplicador de empleo, es esencialmente el derecho de una nación a preservar su propia cultura e identidad.

En la actualidad existe una clara diferencia entre los países que son capaces de generar sus propias imágenes, distribuirlas y exhibirlas, y los que se encuentran condenados a ver el mundo como otros lo imaginan. Los primeros desarrollan sus industrias audiovisuales y, a través de ellas, difunden sus culturas y la interacción de estas con el resto. Los segundos están irremediablemente destinados a un proceso de aculturización que los conduce a convertirse en usuarios de culturas y productos ajenos y con ello al desdibujamiento de su identidad y a la destrucción de su industria cultural.

Pablo Rovito, director de la Licenciatura en Artes Audiovisuales de la UNDAV.

- ¿Qué opinión te merece el actual recorte presupuestario al INCAA y a la promoción del cine?

- Desde la asunción del nuevo gobierno en diciembre de 2023, las políticas públicas están siendo desmanteladas. En el caso del cine, esto se ha traducido en un recorte presupuestario bestial, la subejecución del escaso presupuesto que quedó vigente y la reducción brutal de la planta de personal del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. No cabe duda que se trata de una política de desmantelamiento que está orientada a producir la ineficacia absoluta del organismo para luego justificar su cierre.

- ¿Y el decreto 662/24?

- El decreto 662/24 que firmó la actual administración define dos grandes ejes que destruyen las políticas de fomento diversas y amplias que caracterizaron a la aplicación histórica de nuestra ley.

El primer eje es la reducción de la proporción del fondo de fomento que se aplica a fomentar la producción específica. En un alarde de incongruencia máxima, el gobierno justifica la reducción de personal diciendo que el fondo de fomento debe dedicarse a promover y fomentar la producción propiamente dicha, pero al mismo tiempo reduce del 50% al 20% la proporción del monto que se destinará a esa promoción y fomento. Durante los más de 50 años de existencia de la ley de cine, el 50% de los fondos recaudados se aplicaron al fomento de la actividad. Por primera vez, se reduce este momento al 20% y se afirma que se aplicará otro 20% a la planta de personal. La pregunta es ¿en qué se gastará el 60% restante?

El segundo eje pasa por la reducción del fomento a las películas que no están destinadas a públicos masivos. La nueva reglamentación fija un límite del 50% a los subsidios que se aplican a la actividad. No se trata del financiamiento, que siempre se ha realizado con más del 50% de aportes privados, se trata de los subsidios que permiten la recuperación de la inversión. Eso significa que el 50% de la inversión debe recuperarse en el mercado que, como vimos inicialmente, es de escaso volumen y está manejado oligopólicamente por empresas transnacionales.

Esta es la esencia de la política de fomento y el gobierno define que solo le interesan las películas destinadas a públicos masivos. El problema es que, si bien el productor puede diseñar un producto que busque llegar a un público masivo, nunca se sabe a priori si esto sucederá. Por lo que no solo será imposible desarrollar proyectos de riesgo artístico y comercial como La ciénaga (Lucrecia Martel), El ángel (Luis Ortega) o Wakolda (Lucía Puenzo), sino que será imposible arriesgar a invertir en proyectos como Nueve reinas (Fabián Bielinski), Tango feroz (Marcelo Piñeyro), El secreto de sus ojos (Juan José Campanella) o Relatos Salvajes (Damián Szifrón).

Crédito: X @marcelojfoto.

- La carrera de Artes Audiovisuales sufre doblemente el recorte al presupuesto universitario y a la promoción del cine ¿Qué evaluación hacés del futuro del sector?

- Las carreras de artes audiovisuales nos enfrentamos a un doble recorte: el del presupuesto universitario, que nos complica el acceso a las nuevas tecnologías y a las prácticas en la enseñanza, y el de la promoción y fomento del cine, que nos recorta el futuro de nuestros estudiantes.

En lo que respecta a la enseñanza, hacemos los mayores esfuerzos para compensar las carencias presupuestarias con actividades y espacios para la práctica y la profesionalización de los estudiantes. También sumamos las nuevas formas de producción que derivan de la democratización de acceso a los medios de producción y a las formas alternativas de producción (como el cooperativismo, el crowdfounding, los métodos asociativos, etc).

- ¿Qué desafíos se les presentan a los y las estudiantes de Artes Audiovisuales ante este panorama?

- Intentamos que nuestros estudiantes entiendan que el desafío también pasa por entender que deben ser artífices de los destinos de su país. Así como se dedican a producir películas, deben producir su realidad y no ser meros espectadores de la misma.



Todo lo que tenemos y este gobierno está desmantelando, lo conseguimos luchando por lo que entendíamos que debía existir. La última reforma de la ley de cine en el año 1994 (hace ya 30 años) se realizó en un contexto igual de adverso, con políticas neoliberales que atentaban contra la continuidad de nuestra cinematografía.

En ese contexto, todos los representantes del sector cinematográfico, pero también los estudiantes de cine de todo el país, nos movilizamos y caminamos los pasillos del Congreso de la Nación para conseguir una ley que posibilitó el resurgimiento de la industria y el nacimiento del nuevo cine argentino. Hoy la realidad nos convoca nuevamente a esa lucha.

6 de noviembre de 2024