Editorial
Un mundo mejor
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Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda
Cada nuevo comienzo renueva la ilusión. Cuando se echa a andar el ciclo lectivo, volvemos a proyectar la vida universitaria de cientos y cientos de estudiantes que imaginamos como nuevos/as graduados/as que serán quienes continuarán reafirmando y ensanchando el horizonte de nuestra entrañable Universidad.
El Papa Francisco nos decía que no vivimos un cambio de época, que no se trata de encontrar las modificaciones en el interior de esta época, sino de asumir que se está configurando una nueva época y es en esa inmensa mutación que se genera una muy fuerte incertidumbre en nuestras sociedades, que sienten la conmoción en todas las expresiones de su existencia.
No se trata ya de una “guerra fría” —enfrentamiento político, económico, social, ideológico, militar y propagandístico que tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial entre dos bloques principales: Occidental (capitalista) y Oriental (comunista)— ahora vivimos conflictos que se multiplican por diversos rincones del planeta, atravesados por una fuerte pérdida de representación de los partidos políticos en todo Occidente. Esto, junto con otros aspectos no menos críticos, genera una marcada insatisfacción democrática, como alguna vez la denominó Cristina Kirchner.
Sin duda, la política necesita comprender este tiempo, y trabajar sin pausa por construir confianza en proyectos políticos sustentables, capaces de resolver la intolerable desigualdad que soportan nuestras comunidades.
Porque, entretanto, el sueño de algunos multimillonarios es un mundo sin políticos ni instituciones, conducido por algoritmos. No es difícil imaginar quiénes construirán esos algoritmos. ¿En manos de quiénes, entonces, estará el poder? ¿Cómo podría controlarse un poder que está por fuera de toda estructura institucional? ¿Que se reproduce ajeno a todo proceso productivo? ¿Que concentra la riqueza en el uno por ciento y condena al hambre, la exclusión y la desesperanza a todo el resto?
Los sueños de los multimillonarios son nuestra pesadilla. Una humanidad sin humanos. Porque no se trata de una cuestión meramente laboral. Se trata de una encrucijada multidimensional, que afecta las dimensiones: económica, política, social, cultural y moral de nuestras amenazadas existencias.
Y aunque pueda parecer exagerado, basta un repaso cuidadoso para comprender que el retroceso que proponen nos lleva a los primeros pasos de la civilización actual: habrá quienes reinen y quienes estarán sometidos a sus designios. Es por esta razón que el Papa nos habla de la cultura del encuentro. Por la necesidad imperiosa de contraponerla a la cultura del descarte; a un mundo de máquinas que solo generarán más excluidos.
Y aunque sea duro aceptarlo, lo que se piensa por arriba encuentra quien lo defienda entre aquellos/as que serán fuertemente afectados/as. Porque no piensen que la educación (en todos sus niveles) está por fuera de la ambición descontrolada de quienes proponen este verdadero transhumanismo. Hay quienes creen que no existirá más la educación presencial; que todo será virtual y ni siquiera habrá docentes detrás de las pantallas. Se ilusionan con que la inteligencia artificial se encargue de todo. Es un error enorme. ¿Generalizar por carreras? ¿Por disciplinas? ¿Por titulaciones? La transmisión de ciertos conocimientos, de arquitecturas críticas del saber, solo es posible transmitirlas y construirlas de manera interpersonal, recogiendo los legados de generación en generación.
Además, surge —entre otras— una pregunta inevitable: ¿es lógico que la inteligencia artificial se retroalimente a sí misma? Cuidado, se trata de un aspecto no menos crítico, pues supone la disputa por la generación de nuevo conocimiento. ¿Quién lo validará?
En lo que resta de esta época, que se deshace como arena entre los dedos, las máquinas son una herramienta. Las personas tenemos el protagonismo. Las queremos, las cuidamos. No nos oponemos a nada de ello: todavía tenemos la libertad de elegir.
Sin embargo, los límites que nos impone la realidad social nos exige prepararnos para otra educación, con otras herramientas, quizá, pero con el propósito que sigue nutriendo nuestro empecinado afán constructivo: un mundo menos desigual. Un mundo mejor.
CRÉDITO FOTO: Ilustración realizada con asistencia de Inteligencia Artificial por Sadek Ahmed.