Deporte
Desde el tatami al aula
“Representar a la universidad pública es mi mayor orgullo”
Seleccionada para los Juegos Mundiales Universitarios FISU 2025 en Renania-Ruhr, la judoka y estudiante de arquitectura de la Universidad Nacional de Avellaneda Valentina Narváez, comparte su recorrido deportivo, académico y su compromiso con la defensa de la educación pública.
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Por Diego Orcoyen
Para Valentina Narváez, la clasificación a los Juegos Mundiales Universitarios FISU en Alemania no es solo una consagración deportiva. Es, sobre todo, una oportunidad para visibilizar una causa mayor. “Representa un montón, sobre todo ahora, cuando la universidad pública está siendo atacada. Para mí no es solo una meta deportiva, sino también la defensa de algo que considero un tema fundamental: la universidad pública, gratuita y de calidad. Nada más importante que eso”, afirma con convicción.
La confirmación de su participación en Renania-Ruhr le llegó apenas unos días antes del vencimiento de la primera cuota para costear el viaje, ya que estos eventos —que antes eran financiados por el Estado— hoy dependen enteramente del esfuerzo de cada deportista. “Ahora es todo autofinanciado. Antes había clasificatorios, pero ahora se decide por antecedentes deportivos. En mi categoría, menos de 52 kilos, había otra chica con posibilidades, pero terminé siendo seleccionada por mi trayectoria”, cuenta Valentina. La noticia fue un momento de celebración familiar, pero también el inicio de un nuevo desafío: conseguir los recursos necesarios para representar al país.
“Para mí no es solo una meta deportiva, sino también la defensa de algo que considero un tema fundamental: la universidad pública, gratuita y de calidad”.
La preparación para este evento es intensa: doble turno de entrenamiento diario y una mentalidad enfocada en un único objetivo. “Voy por la medalla. Ya competí internacionalmente en Panamericanos, Sudamericanos y Opens, pero esto es de otra magnitud. Es una competencia de altísimo nivel y mis expectativas son dejar todo en cada lucha y representar a la Argentina de la mejor manera”, asegura la joven judoca.
El judo llegó a la vida de Valentina cuando tenía tan solo cuatro años y, desde entonces, nunca dejó de practicarlo.
Representar al país y a su universidad tiene un peso simbólico enorme para Valentina. “No es solo un evento que me ayudará a desarrollarme como deportista. Representar a la universidad pública en este contexto tan difícil es un gran honor”.
Desde los ocho años tuvo claro que quería estudiar Arquitectura. “Yo soy un caso raro —dice entre risas—, desde chica decía ‘quiero hacer casas’. Fui a una escuela técnica porque sabía que me iba a preparar bien. Estudiar en la Universidad Nacional de Avellaneda es una experiencia muy linda, estresante y de mucha magnitud. Tener una universidad cerca de casa que me permita formarme y, además, desarrollarme en lo deportivo, es muy significativo”.
Pero no todo es fácil cuando se trata de combinar una carrera tan exigente con el deporte de alto rendimiento. “Cuesta mucho organizar los horarios. Pero es algo que hago desde chica, nunca dejé de competir. En la universidad tengo la suerte de contar con el Programa Doble Carrera (PDC), que me ayuda no solo con este viaje, sino también con torneos, visibilización y apoyo”, explica Valentina Narváez.
“Me enamoré de este deporte desde que me subí al tatami. Para mí el judo es un camino, no es solo un deporte; es un arte marcial que nos enseña a caer y a levantarnos, a respetar a nuestro rival”.
El judo llegó a su vida a los cuatro años, en el Club Atlético Lanús, y nunca más se fue. “Mi papá es profesor y vengo de una familia de judokas. Mis primas también compiten; Gabriela fue diploma olímpico en París 2024. El judo no es solo un deporte: es un camino. Nos enseña a caer y levantarnos, a respetar al otro. Aunque sea individual, necesitás del otro para practicarlo”, relata con pasión.
En todo este trayecto, su familia, amigos, entrenadores y profesores fueron clave. “A los 16 sufrí una rotura de ligamentos y estuve un año fuera. Sin su apoyo, no hubiese sido posible volver. Mis compañeros del dojo me ayudan a mejorar y me acompañan siempre. Eso vale muchísimo”, agradece Valentina.
Como mensaje final, deja una reflexión para otras estudiantes que sueñan con seguir su pasión sin abandonar la formación académica. “Se puede. No es fácil, pero si una quiere, puede. Todo es un proceso y los resultados llegan con el tiempo. Además, en esta universidad contamos con el respaldo del Programa Doble Carrera. No están solas”.