Medioambiente
Pensar en verde
No te comas el verso
La problemática de los alimentos ultraprocesados y la solución que ofrece la soberanía alimentaria. Un debate político, cultural y urgente.
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Por Diego Orcoyen
Somos lo que comemos. Con frecuencia, escuchamos o leemos esa reflexión, sin reparar, muchas veces, en su profundidad e implicancias. Los alimentos, una vez metabolizados por nuestro cuerpo, impactarán en su desarrollo y marcarán la pauta de nuestro desempeño físico e intelectual, en nuestra expectativa y calidad de vida. Aquello que ingerimos, su procedencia y composición, serán grandes decisores no ya sólo de nuestro futuro sino también de nuestro presente. Sí, hoy, ahora, ya mismo.
El interrogante es fuerte, aunque necesario. Imperioso, urgente. ¿Estamos envenenándonos lentamente a partir de lo que comemos y que encontramos en las góndolas de las grandes cadenas de supermercados o las de los almacenes de nuestros barrios?
Para Lía Ramos, docente - investigadora del Departamento de Ambiente y Turismo de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) e integrante del Laboratorio de Biodiversidad y Genética Ambiental, no caben dudas. Sí. La respuesta es afirmativa. “Cuando a vos te alimentan con productos del agronegocio, que contienen pesticidas y herbicidas, tenés consecuencias en la salud, eso es indefectible. El glifosato, por ejemplo, es veneno y, ese veneno, no solo queda en el alimento, sino que pasa a los cuerpos de agua, al agua subterránea, así que también lo estamos consumiendo con el agua”, advierte la investigadora.
Alimentos ultraprocesados: los enemigos de siempre
¿De dónde nos alimentamos? ¿Qué significa lo que estamos comiendo? Aquí entran a escena ellos, los alimentos ultraprocesados. Gaseosas, galletitas, tortas, postres, snacks, aderezos y un largo etcétera. De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) “son formulaciones industriales principalmente a base de sustancias extraídas o derivadas de alimentos, además de aditivos y cosméticos que dan color, sabor o textura para intentar imitar a los alimentos”. Es decir, están nutricionalmente desequilibrados.
En este sentido, Lía Ramos sostiene que “lo que te venden en el supermercado, en general, no es alimento, sino un producto alimenticio”. Y ejemplifica: “El gusto del cereal de frutilla es un gusto químico que se le agrega al alimento, con conservantes y acidificantes que, a la larga, terminan impactando en nuestra salud”. Los ingredientes industriales son los protagonistas: emulsionantes, aumentadores de volumen, edulcorantes, sabores y colores, espesantes, espumantes, aglutinantes, cohesionantes y solventes. Todos ellos van haciendo mella en nuestro organismo a lo largo del tiempo, en forma lenta y contundente.
Soberanía alimentaria: el derecho de todos los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos.
Las consecuencias son impactantes: hipertensión arterial, hiperglucemia, sobrepeso y obesidad. En 2019, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estos factores fueron responsables del 44,5% de las muertes en la región panamericana, es decir, cerca de 3,2 millones de muertes. Asimismo, “son los factores que más contribuyeron a la pérdida de años de vida sana, con 83 millones de años de vida sana perdidos”.
Soberanía alimentaria y agroecología: una solución
La crisis ambiental y civilizatoria en la actualidad está a la vista. Los estragos del calentamiento global y el cambio climático son cada día más evidentes. El acceso a los alimentos se dificulta; la alimentación saludable y sustentable se torna casi imposible.
Sabemos que comer bien es vivir bien y que la alimentación es un derecho universal e inherente a todo ser humano. Entonces, ¿qué hacer en este escenario? Una de las respuestas es la que da la denominada soberanía alimentaria (SA). En 1996 las organizaciones campesinas la definieron como “el derecho de cada pueblo y de todos los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, a fin de garantizar una alimentación cultural y nutricionalmente apropiada y suficiente para toda la población”.
Para Lía Ramos, quien también coordina el Proyecto de Voluntariado Universitario en la UNDAV “Tierra viva”, una iniciativa de los estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Ambientales sobre seguridad y soberanía alimentaria, la soberanía alimentaria “propone una alimentación rica, sana y soberana. Lo que se postula es que los pueblos tengan derecho a elegir qué comer, cómo comer, cómo producir ese alimento, cómo comercializarlo y cuándo hacerlo. Que el modo de alimentación que tengamos sea una decisión del pueblo y no una decisión de los grandes poderes económicos”.
Lía Ramos: “Cuando a vos te alimentan con productos del agronegocio, que contienen pesticidas y herbicidas, tenés consecuencias en la salud, eso es indefectible”.
Así, la SA, que debe diferenciarse del concepto de seguridad alimentaria que sólo hace hincapié en la cuestión nutricional, plantea un modo de producción agroecológica. “Eso implica no solo que no haya monocultivos, que no haya agrotóxicos, que no haya esos venenos que estamos consumiendo en relación a las producciones industriales, sino también que el comercio sea justo, que se eliminen los intermediarios, que la comida no se venda en supermercados, que no haya estas cuestiones de pujas de góndolas y demás, que no surja de un paquete”, detalla Ramos.
Proyecto “Tierra viva”
La iniciativa impulsada por estudiantes de la UNDAV, pero a la que también se sumaron alumnos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), se propone hacer un mapeo en Avellaneda para identificar sitios con la lógica de la soberanía alimentaria.
Además, se desarrollan charlas y talleres para sensibilizar acerca de la temática y se graban podcast en Radio UNDAV con el mismo propósito. “Me parece que es un tema para abarcar desde la universidad pública, es un lugar importante para dar estas discusiones”, sostiene Ramos.
Estudiantes, graduados/as y docentes salen al territorio para hacer relevamientos, articulando con la huerta “Sembrando Soberanía” y con un dispositivo territorial en Villa Corina del SEDRONAR. “Estamos buscando otros modos de pensar el alimento porque hay un montón de pibes que empiezan a encontrar intolerancias alimentarias, por ejemplo, con la harina, a partir de casos de celiaquía”, afirma.
El derecho a una alimentación saludable y al agua segura debería estar garantizado para todos los habitantes. Es necesario encontrar otro modo de relacionarnos con los alimentos a través de la agroecología, otra manera de consumir, saludable y cuidada. El debate es político, es cultural, es urgente, es ahora.