Editorial
Sostenibilidad universitaria
Globalizar la esperanza
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Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda
Fue una gentil invitación a participar en un panel sobre la sostenibilidad universitaria y su impacto global lo que me llevó a pensar en el significado de este concepto, tanto desde el punto de vista en que es aprehendido por quienes tenemos altas responsabilidades institucionales en la gestión de Casas de Estudio de educación superior, como en el modo en que nos impacta en esta difícil coyuntura.
Y es que resulta no solo difícil, sino (y quizá, sobre todo) particularmente doloroso pensar en las múltiples y complejas implicancias que se ponen en juego al abordar este aspecto (tan sensible y tan significativo en cualquier proyección constructiva; en la exigencia de su abordaje multidisciplinar; etc.), cuando atravesamos una situación regresiva y un ataque sin precedentes frente al que apenas nos queda echar mano a lo que ofrece la raíz etimológica de ese concepto: sostener, asir desde abajo lo que se proponen destruir desde arriba. Esto significa, entre otras tantas cosas que, en lugar de trabajar en la consolidación de todo lo construido y trazar los desafíos hacia la próxima década, sufrimos la asfixia del pago a término de salarios magros, gastos de funcionamiento que no nos dejan funcionar y defensa de la universidad pública castigada sin ningún argumento razonable desde ciertas esferas del poder.
Por supuesto que no se nos escapa que la sostenibilidad se basa en el principio de asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, y sin renunciar a la protección del medioambiente, el crecimiento económico y el desarrollo social. Por ello, aun en este contexto, no renunciamos a nuestra pasión constructiva; trazamos líneas de acción; nos seguimos involucrando en los proyectos en los que creemos. Participamos de gentiles invitaciones a ofrecer nuestro punto de vista sobre la sostenibilidad universitaria y su impacto global. Pensemos, por ejemplo, en algunas de las dimensiones que la componen.
Ambiental, la reducción de residuos, su reciclado y reutilización, infraestructuras que mejoren la accesibilidad y servicios que optimicen el consumo de energía. Aspectos que hace tiempo trabajamos en la UNDAV, con un enorme esfuerzo y cuidado por parte de los distintos claustros.
Social, desde lo académico, con programas y diseños curriculares flexibles que permiten su actualización en cada cohorte, a través de las comisiones curriculares en las que participan docentes y estudiantes, integrando nuevos conocimientos, micro-credenciales, nuevas pedagogías y prácticas para nuevas realidades y contextos.
Desde la extensión universitaria y transferencia, desde el vínculo de nuestras universidades con los sectores sociales, territoriales y productivos, la sostenibilidad implica relaciones institucionales que necesitan articularse sin perder de vista que sus protagonistas (personas y estructuras de gobierno) tienen un carácter coyuntural y están sujetos a periodos relativamente inciertos en el ejercicio de sus funciones. Aquí la integración, planificación y agendas son fundamentales para el cumplimiento de objetivos propuestos.
La sostenibilidad económica es otra dimensión que involucra a otra misión sustantiva de la universidad: la investigación. Aquí es preciso señalar que vivimos un cambio de época y no una época de cambios Esto implica estudiar prospectivamente el futuro productivo, social, en definitiva, cultural, en contraste con la incertidumbre presente.
Hay un debate abierto sobre la dicotomía libertad versus derechos, no solo como si hubiera que elegir entre ambos, sino considerando a uno de los polos como una aberración. No abonamos ese desgarramiento.
No hay derechos sin libertad y los argentinos sabemos bien la sociedad del miedo que vivimos cuando no tuvimos libertad, en tiempos de dictadura cívico-militar. Por eso es esencial encontrar equilibrios que nos permitan no confundir medios con objetivos. La libertad y los derechos siempre son medios, el objetivo es la felicidad social y personal, porque no puede existir una sin la otra. No creo que se alcance la felicidad del pueblo sin que este se realice en un marco de justicia social.
Con base en la injusticia no se puede sostener una armonía social. Los efectos, lamentablemente, tienden a la violencia y la fragmentación. Nos merecemos un pacto de futuro, para construirlo entre todos y todas, universalmente, en el que se globalice la esperanza, como nos enseña el Papa Francisco, porque la realidad siempre es superior a cualquier idea.